Por Joaquín Zerené Harcha, docente de la mención Diseño Digital
Facultad de Diseño, Universidad del Desarrollo
Este artículo propone un análisis de las imágenes digitales de baja resolución desde una perspectiva crítica sobre la cultura visual. Uno de los problemas fundamentales que encontramos en torno a la circulación de las imágenes digitales se refiere a su resolución: el tipo y cantidad de “información” que estas imágenes presentan. Sin embargo, la resolución no es solo un problema informacional. Ella se refiere a dimensiones estéticas y materiales de las imágenes que contribuyen a la producción de sentido. Pero, también, la resolución puede ser un factor clave para pensar un nuevo valor de la imagen basada en la velocidad, la proliferación y la circulación, planteándose como un otro prisma desde el cual observar las relaciones de poder en las prácticas visuales.
El concepto poor image (“imagen pobre”), es retomado del ensayo In Defense of the Poor Image (2009) de la video artista y teórica Hito Steyerl. La autora plantea una reflexión en torno a la importancia de la resolución en la economía de imágenes contemporánea. Siguiendo sus ideas, actualmente, se estaría estableciendo una jerarquía de imágenes, donde las imágenes de alta resolución destacan por su fuerza inmersiva, seductora y económica, mientras las imágenes de baja resolución testifican los fallos de la tecnología y la producción amateur. El rol de estas “imágenes pobres” (poor images) en el “capitalismo visual” es explorado a partir de una aproximación a problemas estéticos, de circulación de imágenes, de políticas de accesibilidad y de los efectos de la materialidad dentro de prácticas hegemónicas y contrahegemónicas de la cultura digital.
En las sociedades de la información contemporáneas, las dimensiones estéticas y culturales se han vuelto componentes estratégicos del desarrollo capitalista. Las imágenes se han vuelto vehículos predominantes en la circulación de conocimiento y, en este sentido, claves en la configuración de relaciones de poder. De esta manera, el “capitalismo visual” puede ser entendido como un sistema de diferenciación social basado en el acceso relativo de usuarios y espectadores a las tecnologías de los medios globales. El poder de las imágenes y su distribución global nos hablan sobre las complejas asimetrías de la interculturalidad que encontramos en la generación de conocimiento representativo. En un contexto de nuevos modos de producción estética, acceso a la producción mediática y consumo cultural, la relación inversa entre la calidad técnica de las imágenes y su accesibilidad reafirma la importancia del trabajo amateur y los modos de producción descentralizada. La “imagen pobre” se nos presenta como un síntoma del potencial de resistencia y de creatividad en los conflictivos intereses de representación, producción y consumo que caracterizan a la globalización.
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