Columna de Rodrigo Vera Manríquez. Doctor en Historia, mención en Historia de Chile. Magíster y Licenciado en Artes, mención en Teoría e Historia del Arte por la misma institución. Académico en el Departamento de Diseño de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, donde coordina el área de Historia y Teoría del Diseño. Académico a cargo de la línea de investigación de la Escuela de Diseño de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Diego Portales. Autor de una serie de artículos en publicaciones académicas de corriente principal, libros y capítulos de libros, ha sido becado para desarrollar pasantías de investigación en Francia (Université de Rennes 2) y en Alemania (Lateinamerika Institut Freie Universität Berlín).
El camino que debió recorrer el diseño para lograr su autonomía disciplinar, no estuvo exento de complicaciones. Entendido como un fenómeno nacido al fragor de la revolución industrial e inserto en una economía de bienes de consumo, sus fundamentos teóricos y conceptuales han ido variando a medida que la sociedad avanza y genera nuevas demandas a una disciplina que tiene como principal característica y responsabilidad, la capacidad transformadora del entorno.
Desde una mirada materialista de la historia, uno de los principales cambios que ha debido enfrentar el diseño, es de pasar de haber sido el resultante de una economía basada en la producción industrial, a lo que Ernst Mandel denomina un capitalismo tardío: desmaterialización de la producción hacia el sector de servicios, en un sistema sostenido por la especulación financiera que tiende al intangible.
Así visto y vinculado con lo que el crítico Fredric Jameson sostiene respecto a la lógica cultural de este capitalismo tardío, el diseño estaría hoy inserto en una vorágine posmoderna, lo que implica un cambio en los medios de producción y su recepción en la sociedad, tomando en consideración sus principios fundantes.
Frente a este cambio de paradigma cultural, es evidente que tanto la producción, como los objetos de estudio del diseño han variado. Un ejercicio válido para comprender este cambio, es comparar la producción de lo que se entendía por diseño hacia mediados del pasado siglo, a lo que se comprende ahora, y los campos de acción que este ha tenido en el último tiempo. Pero ponderado desde el punto de vista de una mirada macro, que podríamos considerar metadisciplinar, el principal cambio va más allá de la mera visión productivista. Este tiene que ver con el complejo edificio epistemológico que el diseño ha ido construyendo no con menor dificultad desde la época moderna y cómo ha sido su inserción en las discusiones culturales y productivas.
Con esto me refiero a comprender el rol que le corresponde al diseño y a la investigación asociada a él en el campo del conocimiento. La problemática de la epistemología evidenciada por Thomas Kuhn representada en la crisis de los paradigmas científicos, evidentemente ha incidido en lo que se sabe sobre el diseño y en las formas que se tienen de conocer.
Creo pertinente considerar esto como la primera interrogante al pensar sobre la investigación en diseño, con el objetivo de anteponer a intereses creados, el desarrollo disciplinar. Desde este punto de vista, ese debe ser el rol prioritario que le corresponda a la academia en pos de la generación de conocimiento nuevo. Evidentemente que hay necesidades urgentes que resolver, demandas sociales de las cuales el diseño debe hacerse cargo como prioridad, pero estas deben ser comprendidas desde una óptica disciplinar que tenga preparadas las respuestas como el resultado de un proceso reflexivo constante, principio y fin del desarrollo de la investigación que pretenda incidir de manera positiva en la sociedad.
La investigación en cualquier área es hoy una declaración ideológica. Preguntarse qué, para quienes y con quién investigar, debe ser parte del cuestionamiento de todo aquel que pretenda aspirar a abrir umbrales epistemológicos.
El peligro en que nos hace caer el neoliberalismo, es creer que la investigación es un proceso meramente técnico e independiente, desligado de un factor político.
Investigar hoy en diseño puede ir desde la innovación y el emprendimiento hasta las manifestaciones visuales de los conflictos políticos contingentes. Con el doble fundamento del diseño, tanto en la ciencia como en el humanismo, la principal preocupación debe ser evitar convertirse en herramienta de un modelo que ha generado desigualdad social, declarando intenciones y transparentando discursos, concibiendo la investigación como un proceso mucho más allá de un ámbito productivista.
La investigación en diseño debe evitar ser condescendiente para convertirse en una verdadera herramienta transformadora de la realidad social.