Columna de Joaquín Zerené Harcha, Licenciado en Artes Visuales por la Universidad Austral de Chile. Especialista en Teoría del Diseño Comunicacional y Magíster en Diseño Comunicacional por la Universidad de Buenos Aires. Docente de la Facultad de Diseño de la Universidad del Desarrollo. Docente de la Escuela de Diseño de la Universidad Mayor.
Entre el 18 y 20 de Enero de 2017 se realizó en Valdivia IV Encuentro de la Red CTS-Chile, en el Campus Isla Teja de la Universidad Austral de Chile, red que está formada por investigadores en el área interdisciplinaria de estudios en ciencia, tecnología y sociedad (CTS).
Tuve el privilegio y agrado de ser parte del comité organizador de este encuentro y coordinador de una de las mesas de trabajo “CTS desde el diseño, las artes y la arquitectura”, junto a Diego Gómez Venegas (Universidad de Chile). A partir de este encuentro comencé a hacerme algunas preguntas en torno a la situación de la investigación en diseño en Chile y en Latinoamérica en relación al campo de los estudios CTS. No sólo por los diálogos que surgieron en esta mesa sino también por las presentaciones que se desarrollaron en otros paneles y en otro tipo de instancias donde pude constatar que, por los temas, preguntas y problemas que se discutían, las disciplinas del diseño tienen mucho para decir, hacer y pensar en este contexto.
Sobre todo considerando que este campo de estudios se caracteriza por su interés en los efectos culturales, éticos y políticos de la ciencia y la tecnología, preguntándose cómo estas impactan y afectan la vida cotidiana de las personas y configuran modos de vida. Como vemos una pregunta sobre lo que las disciplinas del diseño tendrían mucho para decir, hacer y pensar. Esta es sólo una de las muchas aristas que, en este momento, se me vienen a la mente. Pero como este existen muchos otros puntos de contacto.
Este es el punto de partida de este breve texto que busca responder la invitación que se me hizo a escribir unas palabras en torno a la situación actual de la investigación en diseño en Chile. Más que un examen exhaustivo de la situación nacional actual, se intentará presentar, a modo de una propuesta modesta, un par de reflexiones personales sobre las posibilidades y la importancia que, a mi parecer, el diseño tiene en la articulación de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad. A continuación, dos antecedentes que considero clave para esta discusión y para entender como el diseño puede establecerse como un articulador clave de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad.
En 1960 Herbert Simon proponía, en su libro Las Ciencias de lo Artificial, entender al diseño como una actividad humana fundamental más que como una mera disciplina. Simon (1996, p.111) señala una diferencia histórica fundamental entre las disciplinas de las ciencias, que buscan “enseñar sobre cosas naturales: cómo son y cómo trabajan”, y las profesiones, que buscan “enseñar sobre cosas artificiales: cómo hacer artefactos que tengan propiedades deseadas y cómo diseñar”. Entendido de esta forma, el proceso de diseño se vuelve un elemento central tanto para la ingeniería como para la arquitectura, tanto para la educación como para la medicina. Visto así, el diseño presenta un rol clave en toda actividad profesional y es un elemento central en la articulación de lo que Simon llama “las ciencias de lo artificial”. Ciencias que las no están tan interesadas por “como las cosas son” sino, más bien, por “como las cosas deberían ser”. No se encarga de proponer modelos para entender las “leyes naturales” del mundo sino de explorar distintas alternativas de mundos posibles. Pero estas alternativas no están dadas sino que “deben ser sintetizadas (construidas)”, se concretan en decisiones, acciones y artefactos que tienen consecuencias sobre el mundo. En este sentido, en su aproximación al mundo, el diseño siempre actúa sobre el mundo.
Cincuenta años después de Simon, el teórico del diseño Wolfgang Schäffner constata que, hoy en día, los múltiples cambios de paradigma que enfrentan las ciencias naturales, las ingenierías y las humanidades, han dotado al diseño de un papel importante y transversal en todos estos campos. Si bien, las disciplinas universitarias han generado saberes altamente especializados, también existe una interdisciplinaridad latente que vincula conocimientos, técnicas y prácticas diversas en trabajos concretos. Es aquí donde radica una gran oportunidad para el diseño, la posibilidad de posicionarse como un articulador de las interacciones entre distintas disciplinas, capaz de llevar a cabo un proceso integrativo de conocimientos interdisciplinarios con vistas a la materialización y realización de estos saberes. Visto desde esta perspectiva, más que una disciplina aislada, el diseño se nos presenta como “un procedimiento esencial para la producción del saber”, capaz de integrar diferentes componentes de diversas disciplinas e, incluso, aportar en la reconfiguración de otros campos disciplinares. Siguiendo la propuesta de Schäffner (2010, p. 71), el diseño interdisciplinario también tiene un nuevo actor clave que, más que un individuo, correspondería a “un laboratorio y una red operativa que permite organizar y componer las diferentes estrategias prácticas y saberes”.
A pesar de la distancia que las separa, me parece que ambas propuestas presentan varios puntos de contacto que, además, hoy en día se vuelven sumamente interesantes para pensar otras posibles definiciones y exploraciones del diseño como articulador de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad.