Allan Urban es asesor de empresas y académico, experto en diseño estratégico e innovación. Académico en la Universidad Adolfo Ibañez, Universidad del Desarrollo y Universidad Mayor en Santiago de Chile. Ha estado involucrado en el desarrollo de proyectos de diseño e innovación para importantes empresas como Bellsouth, Gillette, Consorcio, Sodimac, Derco, Mall Plaza, Via Wines, Salazar & Israel entre otras. Fundador de Designfactory(1990) servicio y producción de diseño, socio fundador de Less(2002), mobiliario de vanguardia, fundador de Purobueno.com(2009), portal de modelos de imitación positivos, Alusystem(2011) sistema constructivo de aluminio, socio fundador de ValuePartner(2015) consultores en diseño estratégico, innovación y emprendimiento. Allan Urban es Diseñador Industrial y Magíster en Estudios Internacionales. Experto en Design Thinking y Facilitador certificado de Lego Serious Play Method. www.allanurban.cl / [email protected]
Qué hay detrás de un buen producto? La respuesta suele ser, un buen diseño! Un diseño tan deseable que nos lleve a hacer lo que sea necesario con tal de obtenerlo. La imagen habla por sí sola y la verdad es que ya ni siquiera nos sorprende.
Los diseñadores estamos en nuestro mejor momento, al parecer todo producto o servicio que quiera entrar en la categoría de “bueno y deseable” debiera pasar por un proceso de diseño, colocándonos en donde mejor nos movemos; atendiendo las necesidades de las personas y resolviendo problemas complejos.
Hoy la mayoría de los consumidores esperan que las compañías les provean constantemente de lo más eficiente, ágil, inteligente, extremo y cool existente en el mercado. En nuestra cultura actual lo “deseable” cambia todos los días y la necesidad del usuario no está ya sólo en el producto, su adecuada estética y funcionalidad. Hoy adquirimos experiencias que sean significativas y trasciendan el producto, adquirimos historias que podamos compartir.
Como diseñadores pasamos entonces a ser una pieza clave en la mejora de la experiencia del usuario, instalando el concepto de “Human Centered Design”. Las organizaciones comienzan a mirarnos de otro modo, nos incorporan al diseño de sus estrategias, nos incluyen en el diseño de sus procesos, modelos de gestión y la lista sigue, nos consideran esenciales para todo aquello que involucra el trazado de una ruta a fin de lidiar con la complejidad existente en la organización o llegar a un nuevo y desafiante producto.
Nuestra herramienta clave ante estos nuevos desafíos es la observación y una peculiar forma de pensar y procesar la información conocida como Design Thinking o pensamiento de diseño. Y ha sido clave, porque nunca antes los diseñadores habíamos estado tan exigidos de desmaterializar nuestras creaciones y llevar nuestro trabajo más a observar las conductas que los objetos, hacer más preguntas, identificar tendencias, adelantarnos y desarrollar sistemas o modelos integrados.
Hemos debido adaptarnos a diferentes contextos y lenguajes, flexibilizar nuestra idea de lo que entendíamos como “nuestro dominio” e integrar diversas disciplinas como la ingeniería o el marketing antes consideradas ajenas al proceso de diseño y con las cuales los resultados obtenidos han sido aún más completos y los procesos más enriquecedores.
Volvamos ahora a la larga fila de espera para acceder a ese nuevo producto tan deseado que veíamos en la imagen inicial, nadie podría poner en duda su éxito, el usuario ha obtenido lo que deseaba, la tecnología funciona como se esperaba, la imagen y rentabilidad de la empresa están en un momento positivo. Se repite una y otra vez, se lanza un producto, se lanza el siguiente, y el siguiente instalando la obsolescencia programada; cuantos más productos, más dinero. Todo parece estar funcionando a la perfección al punto que este tipo de empresa es referente para muchas otras organizaciones.
No nos engañemos, este tipo de modelo terminará más temprano que tarde con los recursos disponibles. Es imposible lograr la sustentabilidad si el enfoque está puesto “sólo” en el usuario final. El diseño no puede seguir apoyando una economía lineal de crecimiento infinito en un planeta finito. Los diseñadores estamos llamados a ampliar el rango de observación, tomar la distancia necesaria de la deseabilidad y usabilidad e incorporar nuevos elementos como las materias primas, los procesos productivos y sus desechos, el packaging, transporte, etc. Cada diseño, producto o servicio, podría considerarse en constante evolución, un proceso iterativo de aprendizaje continuo, prototipado, uso y mejora. De esta forma no se diseña sólo para un usuario, sino para un gran ecosistema de valor, donde el resultado de cada eslabón contribuye a la eficiencia y a la eliminación total del impacto ambiental, beneficiando al sistema completo.
Este es el desafío del Diseño Circular que considera “un buen producto” aquel que sobrevive a su uso. El Design Thinking encuentra aquí su relevancia en forma permanente pues se requiere en cualquier parte del círculo, siempre está la pregunta de cómo vamos a aprovechar los recursos disponibles, cómo se hace, cómo se utiliza, cómo se evita el desecho o cómo se reinserta en el sistema. Debemos comenzar a ver el diseño siempre como algo inconcluso, en constante evolución, abrirnos a explorar e investigar las extraordinarias posibilidades que la circularidad nos ofrece. Tomar conciencia del tipo de economía que estamos desarrollando y liderar un cambio de mentalidad en favor de nuestro planeta.